En Cataluña, el 23 de junio se celebra la noche de Sant Joan, coincidiendo con el solsticio de verano. Una noche que desde la antigüedad ha estado rodeada de magia, donde el fuego se convierte en un elemento purificador y de culto al sol.

También es una noche que tradicionalmente se ha relacionado con la recolección de plantas para usos medicinales o para hacer ratafía (no es así en el caso del museo, donde se recolectan las plantas con la luna vieja de mayo) u otras tradiciones vinculadas con la naturaleza.

En este marco de magia y naturaleza, en el fondo documental del archivo del museo, se encuentra un documento de principios del siglo XIX donde Tomàs Balvey describe antiguas costumbres del pueblo. En una de ellas, explica cómo en la víspera de Sant Joan se curaban a los niños con fracturas o hernias.

La nota dice así:

“Existe la costumbre de sacar a los niños lactantes que están fracturados, al atardecer de la noche de San Juan (víspera), y deben pasar por un roble de pocos años, con el tronco partido por la mitad en la parte inferior. Si el árbol vive después de unirlo y sujetarlo adecuadamente con las mismas vendas del fracturado y cuerdas, es señal de que quedará curado, y viceversa.”
[Notas manuscritas de Tomàs Balvey i Bas, a “Costums de Cardedeu”]

En un tono más festivo, en los diarios (1896 a 1905), Tomàs Balvey cuenta cómo se celebraba la víspera en la plaza de Sant Joan con la llegada de los veraneantes al pueblo. En el diario de 1902 dice cómo Joan Lligé, propietario de la casa que ahora ocupa el ayuntamiento, en medio del baile “obsequió a los vecinos del barrio con un “lonx”, consistente en carne de cerdo, dulces, vinos de su cosecha y tabacos”. Y continúa diciendo que “más tarde se rifaron cocas que los chicos entregaban a las chicas, no quedándose ninguna ellos hasta que todas las tuvieran.”

¡Con estas notas les deseamos a todos y todas una muy buena víspera de Sant Juan!